lunes, 31 de marzo de 2014

La Semana Santa del visitante.

Por Francisco Luis Prieto Baeza.

Cuando mis amigos de La Voz de Carmona me pidieron este artículo, andaba yo dudando sobre lo que escribir ya que se me solicitó que el tema fuera la Cuaresma, y porque ando ahora dando un poco de vida a mi blog, precisamente con artículos de este tema. Les invito a pasarse por él si son tan amables (lavidacomoyolaveo.blogspot.com).

El caso es que pensando, pensando… se me ocurrió proponerles un pequeño “juego”. Verán: ya sabemos que nuestra Semana Santa para todo Carmonense que se precie es de las cosas más bellas que la humanidad podrá contemplar, pero, seguro que muchos de ustedes tienen amigos fuera de Carmona que no la conocen. Mi propuesta es la siguiente: Si tuvieran que enseñar a un amigo visitante, fuera de donde fuera, nuestra Semana Santa… ¿qué lugar, sitio, o momento elegirían para cada día?

Permítanme que sea el primero en jugar a ser por unos días Agente Turístico de nuestra ciudad (que me consta que los/las hay, y muy buenos/as), y ponga encima de la mesa mi forma de hacer que mi amigo visitante se quede enamorado de una vez y para siempre de nuestra Semana Santa.

Empezaría el Viernes de Dolores llevando a mi amigo desde el Salvador hacia el punto de cambio de rasante de la calle Arquillo de San Felipe, donde Los Servitas pasan entre la intimidad del poco público y la dificultad por la estrechez de la calle para con el paso de María Santísima de Los Dolores. Una vez que pasara, me lo llevaría callejeando por Juan Tamariz a ver la recogida, a los sones de una de mis marchas favoritas, “Virgen del Valle”.

El Sábado de Pasión lo llevaría a Santa María a ver a nuestra Patrona, para que viera como en algo tan pequeñito puede caber un amor tan inmenso. Y el Domingo de Ramos, le enseñaría la dualidad entre la aglomeración de gente y lo justo de espacio del comienzo de la subida de la Cuesta de Hermanas de La Cruz con La Esperanza, y la anchura y la tranquilidad de la bajada de la Calle San Felipe, o la esquina de la Biblioteca.

El Lunes Santo lo haría presenciar a “La Amargura” en la subida de Joaquín Costa, pero de lejos, para que nos diera tiempo a llegar a su paso de vuelta por el Arco de la Puerta de Sevilla, donde no hay apenas gente porque todos quieren ver la magia de la recogida. Pero ese marco y esa soledad, y esa Cofradía en ese punto, para mí no tienen precio.

El Martes Santo, le daría un acelerón para coger un buen escalón de cualquier portón del Raso de Santa Ana o de González Girón, para que viera como una majestuosidad de Pasos de Misterio y Palio de Dolores, pueden llenar tanto espacio en menos de lo que dura una Sagrada Expiración. Y de noche, una paradita en una peña Carnavalesca hermana del barrio, para ir luego al olor del pan cociéndose en el horno, al postigo, a la judería para una recogida eterna entre marchas y saetas y oles y aplausos y fervor y cariño de barrio.

El Miércoles Santo un Arco también de vuelta atravesado por dos escaleras, y un Palio Persa que guarda a la Virgen más morena y más de Extramuros que ninguna. Y lo llevaría a ver petaladas y cánticos de “Arrabal” con “Encarnación Coronada” mientras llueven pétalos y se anda hacia atrás hasta San Francisco mirando a las Angustias a Su Divino Rostro.

Y el Jueves… ¡Ay, mi Jueves Santo!. Lo invitaría de mediodía a una tertulia en “La Chicotá” con mi cuadrilla de siempre del Señor de La Columna. Y haría que mi amigo visitante no se perdiera la salida de los Pasos, ni la subida de Domínguez de La Haza, ni la emoción cuando pasa la estrechez de la Calle “Ramón y Cajal” (el Palomar para los clásicos), ni… bueno, la verdad es que el Jueves Santo le iban a doler los pies a mi invitado…

El Viernes Santo, día importantísimo, retorno a Hermanas de La Cruz pero esta vez justo a la puerta del colegio, donde voces celestiales cantan a un Nazareno que llaman “El Señor de Carmona” y a su Madre de Dolores, y todo lo envuelve un mágico y solemne Silencio. Luego a Tinajería a ver la ternura del rostro del Señor de la Humildad y Paciencia, y el movimiento del Palio de Cajón por el Paseo.

El Sábado Santo, no habría quien me impidiera que mi amigo viera el impresionante, y bien cuidado y recuperado cortejo del Santo Entierro bajando por Calle Parras, y aprisa para Santa Ana, donde tuvo esta Hermandad, y ojalá vuelva a tener lo más pronto posible (recadito para quien corresponda) SU CASA, DE LA QUE NUNCA DEBIERON IRSE O SER INVITADOS A IRSE. Y luego de nuevo al Arco de la Puerta de Sevilla, pero no a un lado ni a otro, si no al espacio entre los arcos, donde parece uno trasladarse justo al momento del sepelio del Señor en la Jerusalem del año treinta y tres.

Y después de esto, invitaría a mi amigo a cualquiera de los maravillosos lugares gastronómicos de nuestra ciudad a reponer fuerzas, y a dejar que su retina le volviera a enviar a su corazón cualquiera de los momentos vividos. Porque estoy seguro que con este itinerario, mi amigo visitante volvería a su tierra con una Estación de Penitencia de siete días, que nunca olvidará y que seguro deseará volver a repetir.

Ahora es su turno, queridos lectores. ¿Se atreven?¿Tienen ya a alguien en mente a quien invitar? Hagan su propio itinerario, su propia Estación de Penitencia con su amigo y cuando en cada punto, en cada momento, lo miren a los ojos, verán un brillo que les compensará seguro el dolor de pies y de cintura. Habrán hecho un nuevo cofrade y seguramente algo más grande aún: un nuevo Carmonense de adopción. Ahí les dejo el reto.



La Voz de Carmona agradece a Ramón Rodríguez Gómez su generosidad por permitirnos publicar su fotografía.

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